Tienes más posibilidades de enamorarte que de conocer a Thor o de matar a alguien


Sí, amigos, esto es así. En esta vida es mucho más probable, muchísimo más, que nos enamoremos que conozcamos a Thor, nos sentemos en el trono de hierro o matemos a alguien. De hecho, existe la posibilidad de que nos enamoremos y desenamoremos unas cuantas veces, de que nos rompan el corazón, de que se lo rompamos a alguien y de que probemos infinitas combinaciones en el amor, en la cama o donde nos apetezca antes de que en nuestra vida aparezca un asesino en serie, un psicópata atormentado por culpa de los payasos o Daenerys de la Tormenta.

El amor, la posibilidad de encontrarlo, el miedo a perderlo, las alegrías, los problemas y las consecuencias que conlleva forman parte de nuestra vida. Quizá la más importante. Y no me refiero solo al amor romántico, me refiero al AMOR, a las emociones que son, al fin y al cabo, lo que nos define como personas.

Y el mundo de las emociones siempre se ha relacionado con la mujer. (Abro paréntesis un segundo: con esto no quiero decir que yo esté de acuerdo con esta premisa. No lo estoy. Las emociones nos pertenecen a todos y todos deberíamos de ser libres de expresarlas cómo, cuándo y dónde nos salga de las narices, tanto si es porque estamos creando algo como si estamos paseando por la calle. Fin del paréntesis). Cuando digo que el mundo de las emociones se considera femenino me refiero a que tradicional y económicamente es así, hasta que logremos cambiarlo. Pongo unos ejemplos: las novelas que tratan de emociones se supone que las escriben mujeres y tienen campañas de publicidad dirigidas al público femenino, las películas románticas o sentimentales lo mismo, los anuncios para vender ciertos productos se dirigen solo a mujeres, etc.

Esta distinción siempre me ha parecido absurda y dado que yo he tenido la suerte de crecer en una familia en la que no hacemos caso a esta clase de chorradas, pues vale, pero se me pone la piel de gallina cada vez que escucho frases del tipo: «Los niños no leen estas cosas», «una niña no debe comportarse así, tiene que ser más delicada» o otras mucho más graves saliendo de la boca de gente de mi edad (una edad estupenda), mayores o más jóvenes. La edad no tiene ni el mérito ni la culpa de nada en estos casos, no estamos hablando de escalar una montaña, estamos hablando de pensar con la cabeza bien puesta y de educar en consecuencia.

Pero sigamos con Thor y con la posibilidad de conocerle o de enamorarnos (no de Thor, de quién sea). Thor no va a aparecer un día en tu calle, igual que tampoco lo hará un asesino escandinavo (o eso espero), pero las historias que tratan de ambos temas gozan de mejor aceptación y reputación que las historias que tratan sobre el amor. ¿Por qué?

Si esperáis que os dé una respuesta, lo siento, no la sé. Ojalá la supiera, tal vez así dejaría de frustrarme cada vez que abro un periódico por la sección de cultura y me encuentro con varias críticas de novelas negras, de ensayos, de poemarios y de narrativa literaria (siempre que esta reúna una serie de características y no hable del amor y no acabe bien), pero nunca una sobre una novela sentimental o romántica. Nunca. O cuando entro en una gran librería o en la sección de libros de una superficie comercial y las mesas y los pasillos están llenos de estas novelas negras o de ciencia ficción acompañadas de grandes campañas de publicidad.

El caso es que la novela fantástica y la ciencia ficción han conseguido cambiar su reputación. Hace años, y no tantos, estos géneros tenían el estigma completamente absurdo y cruel de ser «novelas que leían adultos que vivían en el sótano de sus padres o adolescentes inadaptados». No lo digo yo, así era cómo solían representarse en el cine y los que hemos visto películas de los 80 lo sabemos. Entonces ¿cómo han conseguido quitarse esa etiqueta? Pues mi teoría es que han influido dos factores: el primero, el rotundo éxito de las adaptaciones al cine y a la televisión de libros pertenecientes a este género. Criticar algo que genera tantísimo dinero nunca está bien visto. Y dos, es un mundo masculino. No me malinterpretéis, sé que las chicas entendemos y adoramos la literatura fantástica como los hombres o más y que podemos escribirla, dirigirla, crearla igual que ellos o mucho mejor, pero lo cierto es que en el imaginario popular la ciencia ficción y la fantasía es cosa de chicos. Por no mencionar que las empresas que han triunfado en I.T (facebook, twitter, Apple, Amazon, etc) pertenecen en su mayoría a hombres, o ellos son aún más visibles, y se fomenta esa idea.

El mundo de los sentimientos y de las emociones, sin embargo, sigue siendo eminentemente femenino y en muchos sectores siguen tratándolo como algo inferior, menos importante y menos necesario. Menos «defendible» y menos rentable cuando en realidad deberían de apostar por él porque es lo que nos define como personas, es innegable que aun en el caso de que llegase Thor a nuestras vidas o de que decidiéramos cometer un asesinato nuestras emociones estarían ligadas a ambas situaciones.

Por suerte las mujeres solemos ir un paso por delante y hace unos años distintas escritoras empezaron a escribir novelas negras con otra visión. Es innegable que las mujeres tenemos una visión distinta, cada ser humano la tiene, y que podemos aportar mucho a un género que, aunque tiene maestras femeninas -Dios Agatha Christie-, siempre se ha considerado masculino. Se publicó «Perdida» de Gillian Flyn y «La chica del tren» de Paula Hawkins y no solo vendieron muchísimo sino que ambas han sido adaptadas con éxito al cine o a la televisión, como es el caso de «Big Little Lies» de Liane Moriarty. ¿Qué pasó entonces? Pues nada (sarcasmo), que las editoriales publicaron más novelas de este género escritas por mujeres, al que han bautizado como «Domestic Noir» o «Grip Lit», y las trataron bien comercialmente, es decir, las lanzaron con buenas campañas de publicidad, los libreros las colocaron bien, todos ganaron dinero, y empezaron a aparecer en la prensa tratadas con respeto y no solo como una anécdota. Bravo.

Y sabéis qué ha pasado después, pues que escritores -puntualizo; escritores masculinos- también han optado por escribir novelas así, lo cual sin duda es una noticia excelente. ¿Quién no quiere que se publiquen libros? Nadie. Pero estos escritores se han cambiado el nombre, se han puesto pseudónimos para que el público objetivo no sepa que son hombres o, mejor dicho, para que dude sobre si son hombres o mujeres. En serio. No se han puesto directamente nombres de mujer, lo cual a mí me daría igual, se han puesto nombres con siglas o ambiguos que pueden pertenecer a ambos sexos porque sí, quieren que las mujeres los compren, pero tampoco quieren ahuyentar al público masculino. Os pongo unos ejemplos: «Final Girls» -Las supervivientes- de Riley Sager la ha escrito un señor que se llama Tom Ritter, «The woman in the window» -La mujer en la ventana- de A.J. Finn es en realidad Daniel Mallory (que es además editor), «The girl before» -La chica de antes- de J.P Delany es de Tony Strong, y muchos más. Una cosa: los he etiquetado en rosa adrede.

No sé si esto os parecerá una locura, a mí me lo parece, pero para que veáis que no todo está en mi cabeza, aquí van unos cuantos artículos sobre el tema y no puedo evitar señalar que aquí no se hable de esto ¿Se supone que no vamos a darnos cuenta de nada?:

-En The Guardian comparan con mucho sarcasmo y acierto este comportamiento con el de George Elliot en el siglo XIX y dicen que responde únicamente a objetivos comerciales. «The recent spate of men writing with gender-neutral names seems commercially driven.»

-En The Wall Street Journal también bromean diciendo que a estos «chicos no les importa que los consideren mujeres y ponerse el sujetador para escribir», lo cual me deja sin habla. «These Male Authors Don’t Mind if You Think They’re Women. With psychological thrillers told from a female point of view a hot genre, male writers find an ambiguous pen name doesn’t hurt; trying on a bra.»

-En The Atlantic reflexionan sobre los motivos de esta nueva moda y señalan con mucho acierto lo irónico que es que las mujeres recurran a los pseudónimos masculinos para ganarse el respeto o la entrada a un género «serio» (menciona a las hermanas Brönte y a J.K. Rowling) y que los hombres lo hagan para aumentar ventas. «The trend is ironic, Gamerman pointed out, because the history of fiction is littered with women writers adopting male or gender-neutral pseudonyms to get their work published, from the Brontë sisters to J.K. Rowling.»

Utilizar pseudónimos es un recurso maravilloso y legítimo y al que puede recurrir cualquier autor siempre que le apetezca y sin dar explicaciones a nadie. Lo que aquí me deja atónita es que para según qué «venda» ser mujer y para según qué no. Y que dentro de las novelas escritas por mujeres, tanto si son mujeres en la vida real como si cuando se alejan del ordenador se llaman Frederick, existan categorías mejores que otras. Ser mujer vende y se merece el respeto y el respaldo de la crítica si escribes un crimen o te inventas un reino sanguinario y perverso, pero no tanto si escribes sobre los sentimientos. ¿Por qué? Como dice el título de este post, es mucho más probable que a lo largo de esta vida nos enamoremos de alguien que conozcamos a Thor o presenciemos -o cometamos- un asesinato.

Y como lectora me molesta que me consideren un potencial cliente de segunda (o no muy lista porque no voy a darme cuenta de esto) cuando la realidad es que las mujeres compramos más libros que los hombres y leemos más. Si de esto segundo se han dado cuenta, y por eso «no les importa» publicar con pseudónimos neutros y/o femeninos, ¿por qué no tratan con más respeto el resto de géneros considerados femeninos? Si sabéis la respuesta, estoy ansiosa por leerla.

Jeff Goldum leyendo un cómic de Thor

3 respuestas a “Tienes más posibilidades de enamorarte que de conocer a Thor o de matar a alguien”

  1. Hola!
    Como siempre genial artículo♥♥
    En el mercado nacional también me he llevado alguna sorpresa al descubrir un nombre masculino tras un seudónimo en la romántica.
    Pero, en general, nosotras siempre nos llevamos la peor parte., en todo ¿cambiará algún día? Estoy convencida de que sí
    Un besote

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